Los nuevos desafíos de humanidad – Encuentro Anual 03/2025

Juan Vera

Director Corporación Desafío

SIEMPRE QUE NOS ENCONTRAMOS…

No fue en Lo Alto, pero fue elevado. Volvieron los abrazos del encuentro, la certeza de formar parte de una Comunidad y de compartir sus significados.

En este caso, esa comunidad miró hacia afuera, al mundo del que forma parte, para reconocer lo que con frecuencia nos resulta invisible. Y al mirarlo con los ojos y la escucha abiertos acercamos el afuera a nuestro interior.

Eso fui pensando cuando salimos del Stadio Italiano el 24 de marzo y Hernán Levy tuvo la gentileza de llevar a algunos de nosotros cerca de nuestros destinos.

Me estoy refiriendo al Encuentro Anual de todos los grupos de la Corporación Desafío de Humanidad que este año llevó por título HILOS DE ENCUENTRO y como subtítulo Tejamos una sociedad más fraterna. Fue dirigido por Kiko García, ese gran ser humano que preside el directorio al que también pertenezco y tuvimos invitados como es nuestra costumbre: encontrarnos en los ojos de otros.

La diferencia es que no se trató de simples experiencias de superación para encontrar ejemplos en los que apoyarnos. No se trató de inspiraciones para mejorarnos y encontrar motivos para superarnos nosotros. Aunque eso también ocurriera. La conversación fue mucho más allá.

Los invitados fueron el médico cubano Raúl Almeida y su esposa Yunien y la presidenta de ComunidadMujer ,Malala Recart, a quien conocí hace muchos años en la Fundación Chile.

¿De qué se trató entonces? De mirar lo que ocurre en áreas de la sociedad de las que estamos lejos, pero que sigue siendo nuestra sociedad. De la que somos parte y en la que tenemos el deber moral de intervenir.

Escuchar a Raúl fue estremecedor, la experiencia del desarraigo, de quedarse sin lugar, ¿qué haríamos si no podemos volver al hogar del que partimos y tampoco somos aceptados en la tierra prometida que imaginábamos?.

Es cierto que el fenómeno de la migración es complejo, pero no lo es la forma en que cada uno de nosotros nos relacionamos con quienes lo sufren. ¿Nos acercamos?, ¿nos interesamos? La pregunta que quedó en nosotros fue ¿qué vamos a hacer después de escuchar a estas dos personas concretas que nos han contado su historia?, ¿qué vamos a hacer después de sentir su profunda espiritualidad desamparada?, ¿cuántos más viven la dolorosa separación de su espíritu y sus realidades a nuestro alrededor?

Escuchar a Malala supuso darnos cuenta de que más allá de los avances producidos en los derechos de la mujer y su inserción en el mundo del trabajo, seguimos siendo parte de una sociedad con prácticas machistas. ¿Hasta cuándo?, ¿tendrán que llegar nuevas generaciones?

Cuando habló de las mujeres cuidadoras pudimos sentir que una buena parte de nuestra sociedad necesita de cuidado y ¿quién cuida a las cuidadoras?, ¿cómo es su realidad?, ¿qué estamos haciendo por ellas y por nuestro propio futuro?

Usando la terminología de Jonathan Haidt autor de La mente de los justos, sentí un asombro reverencial. Sentí ese espacio que podemos considerar cercano a la divinidad, porque como también dice Haidt, los seres humanos necesitamos tener ese contacto con lo insondable, con lo elevado, sea con Dios o sin dios. Y ese contacto lo logramos colectivamente.

Y caminé por el lateral de la avenida Kennedy como el privilegiado que soy, agradecido por esa tarde en el que una vez más fuimos comunidad y con el propósito de mantener abierta la pregunta ¿Y ahora qué?, ¿nos conformaremos con nuestro bello compartir o volveremos a subir a ese Alto en el que estén también los que se sienten abajo, los que solo se tienen a sí mismos?

Ese puede ser el nuevo desafío de Desafío.