Toda persona es creada, a imagen y semejanza de Dios, como un ser único y sagrado.
El mundo nuevo se funda y tiene sentido en una esperanza. Los anhelos de bien y trascendencia, inscritos en el corazón humano, tienen su manifestación concreta en la capacidad de soñar, de concebir un mundo mejor, de visionar un destino superior para sí mismo, su entorno social y toda la creación.
La gratuidad implica la entrega de talentos, recursos y competencias, personales u organizacionales, sin querer retener para sí los frutos, ni apropiarse de todos los resultados, o poner bajo su poder y control la acción emprendida.
Es la sabia que recorre las arterias de toda relación. En la confianza se construye la persona y su vínculo con los otros y el entorno. En ésta se funda la ética y, por tanto, un desarrollo sostenible.
Es la base para un crecimiento equilibrado. La compasión como expresión del amor implica estar presente en el otro, viviendo entrañablemente su condición, para acompañarle en su desarrollo.
Asumir límites y fortalezas; pequeñeces y grandezas; vulnerabilidad y poder, tanto personales como de los otros, es condición esencial para vivir el perdón y la reconciliación.
Consecuencia de un actuar coherente y fecundo. Un actuar pleno y acciones con sentido, traen como añadidura la alegría como una expresión del alma.